Pocas entrevistas serán tan placenteras como la que presento a continuación:
Se la realizo a Daniel Fernández: licenciado en Periodismo y en Ciencias Políticas. Máster en Análisis Político y, actualmente, doctorando sobre el Amor en la Teoría Política. Cinéfilo y lector empedernido, cinturón negro de taekwondo, jugador (porque es un juego) de baloncesto, amante de los paseos y de los vinos oportunos, etcétera. Pero, sobre todo, también un gran amigo.
Espero que os guste.
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Como hay confianza, Daniel,
vamos directamente a por las preguntas.
Somos Parte
Además de politólogo, ejerciste el periodismo tanto en Público
como en 20 minutos.
Supongo que lo sabrás, pero dicho oficio es uno de los peor valorados por la
sociedad actual. ¿A qué crees que se debe?
Daniel Fernández
En primer lugar, Mario,
gracias por tu preguntas. Es un placer responderlas.
En efecto, según las encuestas
de los últimos años el periodismo es un oficio mal valorado por los españoles. Sin
embargo, son valoraciones extraídas de cuestionarios que no admiten
puntualizaciones. Recientemente, he sido entrevistado por Metroscopia sobre el
panorama político y las preguntas solo admitían una respuesta sobre un abanico
de cuatro opciones posibles, en el mejor de los casos, por lo que resulta
atrevido aventurarse sobre realidades encriptadas estadísticamente.
No obstante, voy a intentar
ofrecer una explicación que, adelanto, será incompleta.
En mi opinión, los ciudadanos
perciben en los periodistas un ánimo no de revelar, sino de imponer; no de
ilustrar, sino de persuadir. Es una afirmación de trazo grueso y, por lo tanto,
injusta, pero es un fenómeno presente a diario: pensemos en Federico Jiménez Losantos diciendo en antena que abriría fuego contra integrantes de
Podemos si llevara un arma; en el uso fraudulento que el gobierno de Esperanza Aguirre hizo de Telemadrid, del que hemos sido puntualmente informados en
fechas recientes; o en las vergonzantes portadas de multitud de periódicos
(focalizar en uno sería indecoroso, porque todos han faltado con mayor o menor
gravedad a la verdad, independientemente de su signo) publicados en España. Ello
se debe no solo a una motivación ideológica, ya que es notorio que los medios
pertenecen a empresas con una línea editorial que los comunicadores deben
seguir, sino además a que la información se vende. Ello implica que, en un número
de oportunidades peligrosamente alto, todo vale a la hora de lograr visitas,
audiencia o venta de diarios. Es una práctica dudosa, pero se intenta
justificar arguyendo que los medios son firmas que deben generar dinero para
sobrevivir. Y en los entes públicos, que perviven gracias al dinero estatal, la
intromisión no es menor, ya que los poderes gubernamentales intervienen sin
reparo en ellos con el fin de orientarlos en la dirección del partido de turno.
En el instante en que la
alternativa a generar ganancias es morir, la libertad de ejercicio se pierde.
Por ahí, el sector aún no ha encontrado un modelo que permita la viabilidad del
medio al tiempo que protege su independencia y buen hacer, de la misma forma
que no ha generado una protección contra la intromisión del espectáculo en la
información (diríamos con razón que lo ha incorporado gustoso, viendo el
aumento de las audiencias que reporta), una perversión de primer orden. Y, dado
que la presencia del capital es conditio per
quam, la inercia rema a favor de una concentración mediática mayor, por lo
que la pluralidad se verá exponencialmente afectada en los próximos años.
Finalmente, intuyo que, en
plena crisis, es natural que la percepción de la realidad se torne
especialmente crítica y pesimista. Los periodistas, integrantes de tal
realidad, son objeto del juicio severo de los ciudadanos.
Somos Parte
Quizá la mala fama debería de atribuirse al medio antes que a la
persona, ¿no crees? Existen casos de coacción hacia el periodista a la hora
de publicar y de interpretar un artículo, que siempre será de carácter
subjetivo.
Daniel Fernández
En última instancia, la
responsabilidad recae sobre el responsable, o así habría de ser. Ahora bien, atendiendo
a la valoración del periodismo entre la población, es fácil saber quiénes son
Matías Prats, Paco González o Eduardo Inda, pero los nombres de los que
realmente operan en Antena 3, la Cadena Cope o el diario EL MUNDO, por decir tres medios
al azar, son opacos. La lectura de Traficantes
de información, de Pascual Serrano, es reveladora al respecto.
Por mi parte, extraño la
presencia de periodistas juiciosos y con sentido común. Afortunadamente,
siempre hay excepciones, por ejemplo, Iñaki Gabilondo. Es un hombre con afinidades,
igual que todo ser viviente, pero sus observaciones proceden de una reflexión
calma y experimentada, por eso sus intervenciones generan la impresión de
sembrar silencio entre el ruido. Valoro especialmente su mirada, porque se
aparta de la voluntad de enfrentamiento imperante y opta por proyectar luz en
un tiempo – digámoslo – en el que predominan las sombras.
A los interesados en un
análisis reposado y sabio de la realidad periodística de hoy día (¡qué injusto
reducirlo a lo periodístico!), remito al discurso de recepción del Premio
Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2014 por parte de Ramón Andrés, accesible
en Internet. Una joya.
Somos Parte
Cazadores de noticias como mercancía, parece. La Ley
Orgánica de Protección de Datos (LOPD) vela por la privacidad individual de
las personas, aunque posteriormente las mismas no duden en hacerla pública a
través de las redes sociales. ¿Dónde se encuentra esa fina línea que separa el derecho
a la información con el derecho a dicha privacidad?
Daniel Fernández
Sin la reflexión profunda que
requiere y sin una formación jurídica óptima, diría que desde el punto de vista
del interesado la clave es su voluntariedad de ser mostrado públicamente, al
tiempo que desde la perspectiva del ciudadano el punto es la necesidad de ser
informado de temas de relevancia pública. Son dos premisas difíciles de
conciliar, de ahí que existan juristas que han elaborado leyes con el objetivo
de lograrlo.
Hay ejemplos ilustrativos de
la dificultad de responder a tu pregunta, Mario. Pienso en un episodio reciente
en el que Francisco Rivera Ordóñez se hizo fotografiar toreando con su hija de
cinco meses en brazos, imagen que después subió a las redes sociales y por la
que ha sido llamado a declarar frente a la Fiscalía del Menor de Sevilla. De un
evento privado se pasa a su publicitación y de ahí a un problema político, ya
que una instancia pública se ha visto obligada a intervenir.
Las redes sociales han inaugurado
un espacio al que aún no hemos tomado la medida, apenas hemos empezado a
entender sus implicaciones.
Somos Parte
En la política, esa información siempre será un punto a favor
(transparencia, le llaman). Buscamos continuamente a personas modélicas que
prediquen con el ejemplo, que nos
representen. ¿Es posible que queramos que tengan todos esos principios que
a muchos de nosotros nos faltan? ¿Existe el político perfecto?
Daniel Fernández
El político perfecto es toda
persona interesada en lo público y que goce de la facultad de involucrarse en
ello (en nuestros tiempos, es preciso puntualizarlo). El origen de la
democracia es la participación, sin embargo, hoy se ha instalado la lógica de
la representación, según la cual una serie de personas administran los asuntos
de la ciudadanía. Es una ficción sobre la que Hanna Pitkin reflexionó
brillantemente: representar es hacer presente una ausencia. Y los ausentes,
sobra decirlo, somos nosotros, los ciudadanos. Decía Cornelius Castoriadis, un
pensador político de altura, que “a gobernar se aprende gobernando”, de lo que
podemos inferir que se nos ha extraído la posibilidad de aprender a
gestionarnos, salvando los espacios próximos y reducidos que siguen permitiendo
la intervención ciudadana.
La representación, además, se
ha blindado: el mandato representativo ha reemplazado al imperativo, que
permitía revocar del cargo a un representante público si la ciudadanía decidía
que así debía ser. Han atrancado el cerrojo y después han tirado la llave. Por
cierto, recientemente he escuchado a Felipe González decir que el mandato
imperativo es una idea de Hugo Chávez, cuando en realidad su origen se remonta
a la Revolución francesa. Es verdad que Chávez lo introdujo en Venezuela a
nivel local, pero la intención del expresidente español era plantear un
paralelismo entre el chavismo y los postulados de Podemos.
Han existido varias líneas de
pensamiento que han reflexionado sobre la naturaleza de los representantes. En
la pregunta aludes al gobierno de los mejores, una tradición que viene de la
aristocracia teorizada por Aristóteles (solo que los aristoi no representaban a otros que no fueran ellos mismos) y que
ha experimentado un largo recorrido en Europa. Sin embargo, los mejores no son
mayoría, de ahí que se originara una línea opuesta que planteaba que el
representante debía asimilarse al representado. Pablo Iglesias, cuando recuerda
que compra su ropa en Alcampo, alude intencionadamente a dicha corriente.
Teorías a un lado, es natural
que se exija a quien va a llevar las riendas de la política de un Estado que
reúna atributos positivos, seamos portadores de ellos o no.
Somos Parte
Como ya pregunté a Rosa Martínez cuando le entrevisté,
una cualidad que en general sí les falta es la conciencia ecológica. Debate que
se obvia y que juega claramente en nuestra contra. No tiene un tirón
sensacionalista (electoralista), ni se puede apreciar a corto plazo. No se
escucha en las noticias. ¿Qué crees que ocurre, Daniel?
Daniel Fernández
Es una cuestión de hondura
porque alude a nuestra percepción de la naturaleza, y hablo en términos de
especie. No nos reconocemos parte de ella, sino que la hemos plegado a nuestras
urgencias; no nos sentimos en un hogar al que cuidar, sino en un espacio que
debe procurarnos lo que pidamos, rebasando incluso sus límites. El ser humano se
ha escindido de la naturaleza, ya por aires de grandeza, ya por olvido, ¡qué
bien nos lo recuerda Yann Arthus-Bertrand en sus documentales! Hoy ya no somos
habitantes de la Tierra que viven en armonía con el resto de especies animales
y vegetales, somos su carcoma.
Estoy de acuerdo contigo en
que no se entiende que el climático es un problema que requiere ser afrontado
rápidamente. Pienso con amargura que solo lo enfrentaremos cuando el globo se
infarte del todo. Nos imagino igual que el fumador que, después de desoír las
advertencias de su médico, solo abandona el tabaco después de una angina de
pecho. Aun así, temo que seguiríamos fumando.
Somos Parte
Algo que sí ha favorecido al Medio Ambiente es el cine. ¿O ha
sido al revés?
Daniel Fernández
El cine se relaciona con la
realidad, y el medio ambiente es parte de ella. Entre ellos existirá siempre
una relación recíproca: el cine ayuda a dar visibilidad a las maravillas y
miserias de la naturaleza, de la misma forma que ésta obliga a aquél a explorar
espacios y formas de rodar nuevas. Grandes películas han hecho del medio
ambiente un protagonista inexcusable: La
princesa Mononoke o Fitzcarraldo,
por ejemplo; o, sin irnos lejos, El
abrazo de la serpiente, una obra colombiana estrenada recientemente en
España.
Somos Parte
Muchos son los documentales y las películas que tratan de crear
conciencia. No obstante, a la vez también tratan de generar cierta riqueza
hacia quienes los realizan y producen. ¿Nos hallamos ante una posible
contradicción? ¿O acaso el capital y el ecologismo están destinados a ir de la
mano?
Daniel Fernández
Dudo que los documentales y
las películas sobre naturaleza generen cantidades ingentes de dinero, con las
debidas excepciones (pienso en Una verdad
incómoda, que fue un éxito), por lo que imagino que los realizadores no se
han enriquecido especialmente con ellas. Aun así, no veo una incoherencia, pongamos,
en que Sean Penn hiciera dinero con Hacia
rutas salvajes si con ella hizo cuestionarse a miles de personas sus
hábitos de vida. Y no digamos si solo
una de ellas llegó efectivamente a cambiarlos, ¡sería una victoria! Igual
podríamos decir de otros documentales relevantes en los últimos tiempos: Earthlings, Human, Zeitgeist...
El problema no es la
recaudación de la taquilla o el sueldo que han percibido los directores por una
obra, sino las grandes corporaciones que explotan tierra, mar y aire; los
gobiernos que no interceden para que revertir la emisión de gases peligrosos; el
crecimiento incontrolado de la población mundial; la desigualdad entre
continentes, países y personas; la irreflexión sobre nuestro consumo y el gasto
que producimos, etc.
Somos Parte
Si consideramos al cine como medio de información, y con ello lo
podemos relacionar al periodismo, ¿por qué los artistas gozan de tan buena
salud mediática? Los circos, bien lo sabes, son bastante parecidos.
Daniel Fernández
Periodistas y artistas plasman
y recrean la realidad, nos forman para afrontarla, no obstante, sus intenciones
y prácticas son impares.
Los periodistas informan,
valga recordarlo, con una vocación de inmediatez. El resultado es que, un
segundo después, la noticia ha sido suplida por otra nueva. Es un proceso
infinito, al tiempo que espurio, ya que nos obligaría a invertir un tiempo
ingente de nuestra vida en informarnos sobre un evento que al día siguiente
será caduco. De ahí que en las facultades de Ciencias de la Información, con
razón, se advierta insistentemente de los peligros de la burbuja de información
que hoy se alimenta a diario.
El arte, sin embargo, posee
vocación de permanencia y se dirige al espíritu. El arte nos pregunta, nos
amplía, nos explora. No hay una obra que reemplace a otra, todas son
imprescindibles y únicas. Estoy con Andrei Tarkovski cuando, en su Esculpir el tiempo, y cito de memoria,
afirmaba que la obra artística verdadera ha de enfrentarse a la naturaleza
humana.
En mi opinión, el periodismo, a
fuerza de ahitarse, ha incrementado el ruido, y no pierdo de vista que es un
oficio imprescindible –no en vano, los periodistas ayudan a formar nuestra
memoria desde que en el siglo XVII se fundó el primer diario en Suecia–. Sin
embargo, el arte viene a hacernos personas, nos invita a introducirnos en
nosotros mismos, a decirnos, según iniciaba Søren Kierkegaard su Tratado de desesperación, que somos
fundamentalmente espíritu.
Honestamente, ignoro si los
artistas reciben un trato especialmente amable en los medios. Sería un cuidado
bien recibido, desde luego, pero observo, especialmente en la televisión, que
se reserva un espacio mayor al deporte y la prensa rosa, por decir dos
ejemplos, que al arte, sea del tipo que sea. Siempre hay reductos (Días de Cine,
Radio Clásica, El Cultural…), pero son minoría.
Somos Parte
Los filósofos también suelen recibir buenas opiniones,
aunque a menudo por 'postureo' más que por conocimiento. Platón o Aristóteles, por
ejemplo. No obstante, ambos defendían a la aristocracia como forma de hacer
política, pues la definían como “el
gobierno de los mejores”. En cambio, pensaban que la democracia era “el gobierno de los pobres”. ¿En qué
crees que se equivocaban, si es que lo hacían?
Daniel Fernández
Existe un término,
probablemente menos célebre que el resto, usado por los antiguos griegos para designar
peyorativamente al gobierno de la mayoría, la oclocracia, que vendría a
traducirse por el gobierno de la muchedumbre o del populacho.
Platón y Aristóteles son
fundamentales en el pensamiento occidental, es indiscutible, pero no olvidemos
que Platón vio cómo la democracia llevó a la muerte a su maestro, episodio que
marcó su pensamiento: el juicio de Sócrates es a la vida de Platón lo que el
nacionalsocialismo a la de Hannah Arendt, por recordar un ejemplo reconocible. Basta
decir, ya que no es lugar de profundizar en su teoría política, que Platón no fue
un demócrata. Aristóteles, por su lado, vino al mundo cuando la democracia
griega ya era un régimen extinto, es decir, su idea de lo que fue la política
en la Atenas de la segunda mitad del siglo V a.C. vino formada en gran medida
por la visión de su maestro en la Academia.
Hoy, viendo quiénes mueven los
hilos del poder y a quién se expulsa del sistema, temo que la democracia es más
el régimen de los ricos que de los pobres.
Somos Parte
Mi profesor de Prehistoria nos contó que, en una conferencia,
alguien propuso la pregunta de si el ser humano no había evolucionado
demasiado, hasta el punto de poner en riesgo a su propia especie. El político John Fitzgerald Kennedy
dijo lo siguiente: “la democracia es una
forma superior de gobierno, pues se basa en el respeto del hombre como ser
racional”. ¿Confundimos raciocinio con ego?
Daniel Fernández
Pienso que no es un problema
de evolución, un planteamiento afín a la idea progreso, sino de entendimiento
de la humanidad, el nombre abstracto que
igualamos con “benignidad, mansedumbre, afabilidad”, según el Diccionario de la
Real Academia. El ser humano no es solo benigno, manso y afable: es cruel,
mísero y cobarde, de forma que si se pone en peligro a sí mismo es precisamente
por su humanidad. Hablando del ego, Sigmund Freud escribía en El malestar en la cultura que los hombres
no son únicamente buenos o malos, sino que son buenos y malos según la circunstancia. Y llevaba razón, por peligroso y
reduccionista que sea el uso de tales categorías. Pienso que es urgente darnos cuenta
de ello, fomentaremos el entendimiento y evitaremos el incumplimiento de
expectativas.
Ahora bien, una vez que la
humanidad implica aludir también a los rasgos oscuros de la naturaleza humana,
es preciso controlarlos y fomentar las cualidades amables, qué duda cabe.
Occidente ha encontrado en la
razón al katejon de las pasiones, una
premisa aventurada por lo que olvida en el camino, pero viene con nosotros, al
menos, desde los griegos. La democracia se ha alimentado de la razón, es
innegable, pero ha sido igualmente nutrida por los afectos, desde la philía de Aristóteles al amor político
teorizado en nuestra época por Martha Nussbaum. Por ello, diría que la segunda
parte de la frase de Kennedy, a mi juicio, es más un planteamiento sesgado que
un final certero a una máxima perdurable.
Queramos
o no, el ser humano es finitud e inmortalidad; deidad y criatura; gracia y
miseria; duda y certeza; carne y espíritu; razón, pasión y fe. El destino de
los hombres es ser límite, según explicó Eugenio Trías, una de las presencias
añoradas de nuestro país. Somos el pozo mirando fijamente al cielo de Fernando Pessoa. Es misión de todas las generaciones intentar que el bien prime sobre el
mal, de otra forma llegaríamos a una realidad peligrosamente próxima a la que
vivimos hoy.
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Lo dicho, ha sido un auténtico placer.