sábado, 12 de mayo de 2012

Mar salada, mar llorada

Entre las muchas reformas que el Partido Popular (PP) ha llevado a cabo desde que ganara las Elecciones Generales el pasado día 20/11/2011, se encuentra la realizada en la actual Ley de Costas (que entrará en vigor a partir del próximo mes de junio). Pocos han hablado de la misma, hasta el punto de que en mi opinión se ha infravalorado bastante. Es por ello por lo que os invitaría a que juntos reflexionáramos al respecto.

Dicha Ley de Costas está aprobada desde el pasado año 1988, y fuertemente criticada debido a su "libre albedrío" a la hora de construir cerca de las playas españolas. Todo el Levante es un ejemplo claro, aunque solo se haya culpabilizado a casos concretos.


El actual Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, ha resumido su reforma de la siguiente manera: clarificará qué es y qué no es de dominio público marítimo terrestre, evitará situaciones imprecisas, establecerá criterios y reglas para efectuar deslindes, mejorará la información del registro de la propiedad respecto a las servidumbres y elaborará un inventario de infraestructuras en la costa. Pero entonces, Señor Arias Cañete, la pregunta sería: si parece que lo tiene tan claro, ¿por qué no la modificó cuando ya ocupó dicho cargo entre los años 2000 y 2004? ¿Quizá entonces existían intereses ocultos que no incluyó en su explicación?

La única verdad innegable es que en los últimos años se edifica donde se desea, aunque ello conlleve destruir hábitats naturales con su consiguiente deforestación. Y lugares intocables como las playas del Mar Cantábrico cobran cada vez un ambiente más Mediterráneo en cuanto a la corrupción urbanística se refiere. Pero parece que un político, una sola persona, puede tener el derecho de juzgar qué pertenece al hombre y qué a la Naturaleza, algo que en mi humilde opinión es absolutamente lamentable.


Por todo ello pido a la gente que mire algo menos a la Economía, a la Educación y a la Sanidad, y que ese pequeño trocito de atención ganado se invierta en las barbaridades que se cometen (y, sobre todo, en las que se piensan cometer) en la tierra que pisamos, en el planeta donde vivimos. Nada más.
 

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