A finales de
febrero (días 24 y 25) Italia cambia de gobierno y, una vez más, surge la
pregunta que trae a media Europa de cabeza: ¿volverá Berlusconi?
Es difícil
entender dónde reside el supuesto encanto de Il Cavaliere fuera de las
fronteras italianas, ya que siempre ha tenido el apoyo mayoritario de sus
ciudadanos a pesar de sus múltiples escándalos y medias que han favorecido, en
muchas ocasiones, más a la corrupción que al desarrollo de un pueblo con gran
potencial.
Con su
dimisión en el pasado mes de noviembre del 2011 se pensó que ello suponía el
fin de la era Berlusconi, la cual ha marcado el rumbo del país durante las
últimas dos décadas. El peso de los procesos judiciales que tenía abiertos y la
presión de la crisis le hicieron dejar paso al gobierno reformista de Monti. Dos
años después, Il Cavaliere aparece incluso más rejuvenecido que antes (quizá
tenga la culpa su prometida Francesca Pascale, una joven de 27 años que en su
currículum destaca haber sido la presidenta del club de fans Silvio te echamos de menos, en homenaje
al propio Berlusconi).
La
explicación de la fascinación, en ocasiones idólatra, que siente el pueblo
italiano hacia Berlusconi es simple: es la representación de toda una sociedad. ¿O es que acaso los gobiernos que hemos tenido en
España no representan al pequeño corrupto que todos llevamos dentro?
Il Cavaliere
siempre ha conocido las necesidades y debilidades del pueblo italiano, y les ha
vendido que el verdadero valor de una sociedad moderna es ser uno mismo. El
mayor representante de esta máxima es el propio Berlusconi con su política
espectáculo que genera la fascinación
hacia el magnate generoso y mujeriego, que encanta a los italianos e italianas
con sus chistes, su estilo machista, sus meteduras de pata, sus triunfos
electorales, las victorias y polémicos fichajes del equipo de fútbol que
preside y, lo último, la provocación a sus enemigos políticos a través de las
redes sociales. Todo encauzado en un programa apolítico, anticultural,
populista y, por supuesto, xenófobo con
medidas dosis religiosas, que se puede resumir en: Dios, patria, fútbol.
Durante
mucho tiempo se ha dicho que su electorado siempre se ha visto manipulado por
el poder que tiene Berlusconi sobre los medios de comunicación italianos (ni
que decir tiene que durante años su grupo empresarial ha dominado todos los
canales de televisión pública y privada). Sin embargo existe un dato
significativo, y es que hay un alto porcentaje de voto exterior a favor de Berlusconi en países
extranjeros.
En el
marco contextual de los próximos comicios, el pueblo italiano se sitúa
desorientado y desconfiado con una falta clara de referentes políticos,
buscando el equilibrio en la continuidad de la tecnocracia y reformismo de
Monti, siempre a favor de los intereses europeos (especialmente alemanes); o
hacia el caos político pero ya conocido de Berlusconi. De momento los sondeos indican que el 35% de la
intención de voto iría a parar al centro-izquierda, quizá el mal menor pero
desde luego nunca una solución.
S. G. (@silviagodo)
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