Todos/as
alzamos la voz para gritar NO ante un conflicto bélico pero, una vez finalizada
la guerra, el tema deja de hablarse, se olvida. En cambio los lugares atacados
sufren las consecuencias durante mucho tiempo después de restablecerse la paz.
Los seres humanos y también el Medio Ambiente resultan heridos de forma muy
grave. Pero el hombre (y la mujer), como único animal que tropieza dos veces
con la misma piedra, parece no aprender la lección o no recordar la historia.
Hace poco más de medio siglo, el
bombardero norteamericano Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima ‘a little boy’,
nombre en clave de la bomba de uranio. Este ataque nuclear acabó, de forma
absoluta, con todos los seres humanos, plantas y animales en dos kilómetros a
la redonda del lugar de la explosión. Por el fuego y el calor producido
murieron 150.000 personas en una ciudad con una población de 350.000 habitantes.
Esta cantidad de víctimas no sirvió para frenar a los norteamericanos, que,
bajo la presidencia de Harry Truman, lanzaron una segunda bomba para ratificar
su dominio. Esta vez fue sobre la ciudad de Nagasaki. Solo tres meses después
de la primera, ‘a fat boy’, una bomba de plutonio, mató a 250.000 personas. La
ciudad entera ardió y las tormentas de fuego alcanzaron los sesenta kilómetros
por hora. Los pocos supervivientes de Nagasaki, expuestos a lluvias
radiactivas, sufrieron las consecuencias con el tiempo. Miles de niños y
adultos perdieron la vista y otros sufren distintos tipos de cáncer debido al
contacto con la radiación.
Veinte
años después (1965) Estados Unidos volvió a actuar, en esta ocasión sobre
Vietnam, experimentando con armas químicas y biológicas. El 70% de los poblados
quedaron destruidos, diez millones de hectáreas de tierra inutilizadas, una
quinta parte de los bosques del país demolidos y más de un tercio de los lagos
de Vietnam del Sur desaparecieron. Alrededor de treinta años después, esta zona
que anteriormente había sido muy rica en cuanto a vegetación ahora cuenta solo
con unos pocos arbustos.
No tan lejana, la Guerra del Golfo
(1990-1991) nos demuestra cómo los conflictos armados destrozan a un país, a su
población y a su entorno. Durante este ataque el desierto sufrió daños muy
graves, unos diez millones de metros cúbicos de petróleo fueron derramados
sobre él. Según el Instituto de Investigación Científica de Kuwait, los
vehículos militares y los movimientos de terreno afectaron más de novecientos
kilómetros cuadrados de desierto. Como consecuencia, las dunas avanzaron.
Además, los tanques, los camiones y demás maquinaria pesada que se utilizó
traspasaron el suelo y asolaron la vegetación.
La contaminación que se produjo durante
el conflicto del Golfo afectó a las costas de Kuwait y también a las de Arabia
Saudí. En estas zonas se paralizó toda la actividad pesquera. Los últimos
estudios realizados demuestran que algunas especies, como la gamba, parecen
haberse recuperado, pero otras, como las tortugas, jamás volverán a los niveles
anteriores a 1991.
Al quemar los pozos petrolíferos, la
comunidad científica dudaba de los posibles efectos que tendría la gran
cantidad de humo desprendida sobre las capas superiores de la atmósfera, si
afectaría al cambio climático o si se producirían fenómenos como el monzón
(irrupción de violentas y continuas tormentas). Al poco tiempo, la temperatura
subió varios grados y todavía no se han recuperado los niveles anteriores a la
guerra. No se sabe si se recuperarán algún día. Cuando acabó el conflicto más
de 300 lagos de carburante cubrían 50 kilómetros cuadrados de arena, y todavía
se encuentran capas de petróleo a no demasiada profundidad.
Ante las posibles guerras futuras, la
organización BirdLife International envió al Consejo de Seguridad de la ONU un
informe con las principales amenazas para el Medio Ambiente en caso de
producirse un enfrentamiento armado, y aseguró que el impacto sobre la Naturaleza
podría durar un largo periodo de tiempo. El texto, que explica las amenazas
sobre los ecosistemas y sobre las personas, también se envió al Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Incluye las siguientes:
- Destrucción física y alteración de la
fauna silvestre y de hábitats naturales debido al uso de las armas.
- Contaminación tóxica de la fauna y de
los hábitats debido a los vertidos de petróleo y a la combustión de pozos de
combustible.
- Contaminación radiológica, química o
biotóxica por bombardeos y uso de armas de destrucción masiva.
- Destrucción física de fauna y de
hábitats debido al aumento de presión humana causada por los movimientos
masivos de personas que huyen de la guerra. Cientos de miles de refugiados
necesitan grandes cantidades de agua y de leña.
- Incendios en humedales.
- Aplastamiento mecánico de vehículos
sobre el suelo, que puede resultar dañado durante décadas.
- Extinción de especies endémicas.
La Asamblea General de Naciones Unidas declaró,
por su parte, el día 6 de noviembre como Día Internacional para prevenir la
explotación del Medio Ambiente en los conflictos armados y en las guerras. Con
esta jornada se pretende recordar la importante destrucción ecológica que estos
hechos causan: contaminación del agua y de la tierra, daño a los ecosistemas,
etc. No obstante algunos/as seguimos pensando que se trató de una acción
insuficiente.
Durante la II Guerra Mundial, el
entonces presidente norteamericano Harry Truman tomó la decisión de bombardear
Japón alegando que con ello salvaría a todas las personas que, de continuar la
guerra, morirían. También aseguró que atacarían solo blancos. Medio siglo después,
el también presidente de Estados Unidos George Bush atacó Irak y justificó su
acción detrás de un teórico monstruo que podía destruirnos a todos/as (el siempre recordado cuento de las armas de destrucción masiva). Más
tarde hemos podido también presenciar a través de los medios de comunicación la
guerra en Libia y la guerra en Mali. Todas ellas fundadas en mentiras que
esconden la verdadera razón para llevarlas a cabo: el dinero.
No se puede pedir a los/as lectores/as de Somos Parte
que no permitan que se vuelvan a repetir, pues lamentablemente dicha decisión
no depende de nosotros/as. Pero sí puedo insistir en que no os dejéis engañar.
Las guerras nunca fueron necesarias en el mundo.
Totalmente de acuerdo! Muy acertado el análisis!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por el comentario y por la apreciación. =)
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