En Geografía, y más concretamente en Geomorfología, se estudia el proceso de erosión sobre la superficie terrestre; así como los principales agentes que la provocan. Los mismos son diversos, y tienen tanta historia como el propio planeta. Me refiero a agentes como los océanos, los mares, la precipitación, el hielo o el viento, entre otros. Sin embargo, también existe uno relativamente nuevo, pero con un poder de erosión mayor que el que han ejercido durante milenios los nombrados anteriormente. Recibe el nombre de ser humano.
A nadie le pillará por sorpresa este hecho. El Hombre, desde sus inicios, ha tenido un carácter invasor que le ha llevado a mirar hacia abajo. Hacia el suelo. Ese suelo que siempre ha querido conquistar, primero a través de la agricultura (apareció en el Neolítico), y posteriormente a través del urbanismo (también incluyo aquí a la construcción de carreteras).
Las consecuencias de ello no se hicieron esperar. Los niveles de desertización debido a la acción humana se multiplican década tras década. Los incendios forestares, unidos al consumo de madera para papel o para mobiliario, constituyen primero la temida deforestación, y después una reforestación de árboles que crezcan rápido (como, por ejemplo, el eucalipto) con el fin de poderlos volver a talar. No se busca la creación bosques, sino la de 'huertos de madera'.
Pero el papel del ser humano como agente de erosión no consiste solamente en su capacidad de intensificar los procesos naturales; sino en la de introducir modificaciones en las combinaciones de los procesos que tienen lugar en la Naturaleza, favoreciendo precisamente a los más agresivos, con lo que también por ello se convierte en motor de aceleración de la erosión.
La explotación agraria es, sin duda, la causa principal de la erosión antrópica. La primera causante de la degradación de la vegetación espontánea y de la capa orgánica de la tierra (el humus). Naturalmente, la influencia de la agricultura en el deterioro y en la erosión depende de los sistemas agrícolas y de las estructuras agrarias de cada tiempo y de cada lugar, que resultan de una compleja combinación de factores socioeconómicos. Enormes beneficios para unos/as pocos/as se esconden detrás de ellos.
Los avances históricos han incrementado los efectos (el desarrollo sostenible, lo llaman). La agricultura de mercado, especulativa, es mucho más agresiva (y mucho menos saludable, dicho sea de paso) que la tradicional, de subsistencia; y aún lo será más si la utilización de biocombustibles llega a establecerse. Pero claro, también somos cada vez muchas más personas a las que alimentar, por lo que la superpoblación va ligada a este gran problema.
Gran problema el que concierne a aquello donde pisamos, y de donde a su vez y en su día nosotros/as mismos/as salimos. Somos pues los/as responsables de ello, y más nos conviene encontrar una solución al respecto.
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