jueves, 23 de junio de 2011

Desigualdad saludable

Los desiguales niveles de riqueza en las diversas regiones del mundo explican en gran parte las diferencias en el campo de la Salud. Una niña japonesa nacida este año debería de vivir, según las estadísticas, unos 85 años, más del doble de esperanza de vida al nacer de una niña de Zimbabue (36 años, según cifras del 2003). Las razones de este hecho indignante son conocidas: pobreza, ausencia de infraestructuras médicas apropiadas, falta de control de las epidemias, mercantilización de la investigación farmacéutica, etc. Las patologías comunes (sarampión, asma, cáncer...) son peor atendidas y muchas más veces mortales o discapacitantes en el Sur que en el Norte.


SIDA: 8000 personas muertas al día (adultos jóvenes).
Paludismo: 3000 personas muertas al día (niños).
Tuberculosis: 6000 personas muertas al día (niños).

Estas tres pandemias causan en conjunto 6 millones de muertes anuales, en general en las comunidades más pobres como África Subsahariana. Y se extienden a ritmo constante.

Tanto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos han declarado que la crisis sanitaria amenaza la estabilidad política de numerosos países y podría dañar los intereses, como no, de Washington. Pero más allá de la falta de voluntad humanitaria y de visión estratégica, existen mecanismos que carcomen las capacidades sanitarias de los países en su búsqueda de herramientas eficaces en materia de salud:

- Las grandes empresas farmacéuticas hacen pagar al mundo entero la mercantilización de su modelo económico. Desde su punto de vista, sólo un escrupuloso respeto de las patentes puede garantizar la inversión en la investigación médica.

- La ayuda internacional está sesgada a favor de causas político-religiosas. Por ejemplo, la relativamente importante contribución de Estados Unidos a la lucha del SIDA estaba asociada a la política antiaborto de la Administración de Bush.


Las desigualdades para acceder a la asistencia sanitaria representan la forma más extendida de ataque a la integridad humana. La actual relación hegemónica Norte-Sur, sumada a las desigualdades históricas en el nivel de vida, condenan a corto plazo a poblaciones enteras a una salud degradada, que obstaculiza todo esfuerzo de desarrollo.
 

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