jueves, 16 de junio de 2011

Urbanismo

A principios del siglo XX había en todo el mundo 11 aglomeraciones de más de un millón de habitantes. En 1950 ya llegaban a 80. En 1990 se contabilizaban 276. Casi llegaron a 400 en el año 2000, y habrá seguramente 550 en el próximo año 2015.
 

La urbanización no es sólo una concentración de población estadísticamente cuantificada, sino también un proceso de transformación que somete a los territorios y a los paisajes, los individuos y sus instituciones, al espíritu de la ciudad. Se trata de una urbanización de las costumbres y una generalización del "cotidiano urbano", es decir, el afianzamiento de una sociedad de individuos cuya movilidad refleja su relativa autonomía y una utilización del tiempo uniforme y repetitiva.

La urbanización ha avanzado de modo desigual. La mayor parte de la población europea reside dentro de un urbanismo difuso, donde las ciudades-territorio constituyen redes dinámicas, como es el caso de Londres, Moscú o París, donde reúnen a varios millones de habitantes.

El contexto social cambia, a veces drásticamente, dentro de una misma aglomeración. Los asentamientos precarios albergan a la mayor parte de la población urbana. Legalizar a los habitantes de los asentamientos en una parcela de tierra equivaldría a mejorar sus condiciones de vivienda y a reducir el poder de las mafias. La tendencia avanza hacia un urbanismo discriminante y un repliegue comunitario.
 

Más allá de los problemas sociales en aumento, nuevos desafíos ecológicos se ponen de manifiesto. La disponibilidad de agua enfrenta cada vez más a los distintos barrios entre sí. Con el aumento de su consumo, la ciudad moderna ejerce considerable peso sobre las fuentes de energía no renovables.

Por ejemplo en Dubái, el mejor escenario donde se comprueba el poder que ejerce el hombre sobre la Naturaleza, llegando hasta el punto de crear islas artificiales. Carecen de agua potable, por lo que gastan enormes cantidades de energía para desalinizar agua del mar. Lo que les sobra es sol, pero en toda la ciudad no existe una sola placa solar.


Al mismo tiempo, la contaminación atmosférica aumenta con el uso del automóvil. Los ruidos provocados por las máquinas y por la superpoblación dificultan la legítima búsqueda de silencio y soledad de los individuos.


Según el historiador Fernand Braudel, la ciudad es un accidente feliz de la historia. Yo, personalmente, lo dudo bastante.

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